Lo mejor de vivir en el extranjero son esos pequeños instantes en los que no entiendes lo que está pasando, pero no por el idioma, sinó por las situaciones que se crean. Desde que estoy en Viena he vivido bastantes choques culturales. Los suficientes como para escribir un post sobre ello. Es que aquí a veces son muy raritos!
Usar tijeras en la cocina
Esto me impactó un montón. Un día, estaba yo tranquilamente en mi cocina cortando un filete de carne a trocitos, cuando entró un austríaco y empezó a reirse. Se fue y volvió con una cámara de fotos, para inmortalizar el momento. Y es que aquí, usar las tijeras en la cocina es como, no sé, usar un taladro para agujerear un trozo de queso. Hasta que entendí que lo que le impactaba al austríaco era que estuviera usando las tijeras para cortar la carne, pasaron unos momentos muy absurdos y tensos. Comentándolo con una amiga española, me dijo que a ella también le había pasado, que estaba en casa de una amiga austríaca y usó unas tijeras para cortar algo, a lo que la amiga se empezó a reir y fue a buscar al resto de la família para que viera el «espectáculo».
Espera a los demás para empezar a beber
Me impacta mucho también el hecho de que, igual que hay que esperar a que todo el mundo tenga su plato para empezar a comer, aquí también se espera para empezar a beber. Eres tremendamente maleducado si no lo haces. Y es porque cada vez que bebes, tienes que desear salud (Prost, en alemán) mirando a los ojos de cada persona de la mesa, mientras brindas con ellos.
¡Hay un perro en mi probador!
Aquí los perros son los animales más queridos. Junta esto con que en Viena no hay nada prohibido (o casi nada) y tienes una mezcla explosiva. Está permitida la entrada a los perros en absoutamente todos lados: en el tranvía, en el metro, en el autobús, en los bares, en las cafeterías, en las tiendas de ropa, en los centros comerciales… en todos sitios. Así que te puedes estar tomando un café en una típica cafetería vienesa con un pastor alemán al lado (pobrecito) o, (historia real acaecida a una servidora) estar en el probador de una tienda, probándote una falda, y que te entre un mastín del Pirineo en el cubículo de 2×2.
¿Que hay para cenar? ¡Pastel!
Otro impacto/choque cultural muy fuerte ocurrió una tarde, cuando me invitaron a cenar a casa de unos amigos (aquí se cena por la tarde). «¿Te quieres quedar a cenar?» me dijeron. Y yo acepté encantada. La cena consistió en (literalmente): galletas de canela, galletas de chocolate, pastel de nata, pastel de chocolate, bollos rellenos de mermelada y te. ¡Cenan dulces! No cada día, pero si que es algo normal el cenar pastel y galletas, como quien se come un poco de pan con queso o jamón, o una ensaladita.
La propina se da en mano
Una cosa muy española es dejar la propina encima de la mesa al marcharse de un bar o restaurante. Aquí, esa idea ni se concibe. El procedimiento vieneś es el siguiente: el camarero viene a tu mesa a cobrar, te dice el precio y tu tienes que redondear al alza la propina. Normalmente, es un 10%, pero básicamente es redondear hasta el número siguiente. Por ejemplo, si te dice «2,10€» tu le dices «2,50€» o «3€» (dependiendo de tu poder adquisitivo). Lo malo es para los turistas o la gente que no habla mucho alemán, que es un lío con esto de los números. Me acuerdo que al principio lo pasaba fatal cuando tocaba pagar!
Se acabó la clase, ¡todos a «aplaudir»!
Aquí es tradición que, cada vez que acaba una clase, ya sea en la universidad, en algún curso o dónde sea (menos en la escuela), hay que golpear la mesa con los nudillos, a modo de aplauso. La primera vez que fui a clase, el susto que me pegué al ver a más de 200 personas picando la mesa con los nudillos fue monumental. Esto lo hacen para dar las gracias al profesor o al orador por su trabajo y el origen de esta práctica no está muy claro. Por lo que sé, hay varias teorías, pero la más aceptada es que, en la Edad Media, la gente golpeaban sus palos o sus escudos contra el suelo en señal de aprobación, y eso ha ido evolucionando a lo largo del tiempo hasta llegar a este «aplauso» con los nudillos. También se dice que puede ser porque los estudiantes suelen tener su bolígrafo en la mano durante la clase, así que aplaudir no es posible (ya que una mano está ocupada) y hay que hacerlo golpeando la mesa con la mano libre.
Dos semanas no son 15 días
Hasta que no llegué a Viena, nunca me había planteado esta obviedad tan grande, no me había dado cuenta de que estamos acostumbradísimos a referirnos a un periodo de dos semanas como «15 días». Conversando con austríacos, un día dije que en 15 días tenía que hacer no se qué (no recuerdo de que hablabamos) y me preguntaron que como es que sabía los días que quedaban de una manera tan precisa. A mi respuesta de «No, no, me refiero a dos semanas» no se lo podía creer. «¿¡Porqué dos semanas son 15 días!? ¡Dos semanas son 14 días!». Y es verdad. Los hispanohablantes usamos siempre o casi siempre esta expresión para referirnos a dos semanas, pero aquí no. Aquí dos semanas son 14 días. Y punto.
Sandalias con calcetines
¡Ah, las típicas sandalias con calcetines blancos! ¡El estanadarte de los guiris por antonomasia! Esas que yo creí que los austríacos, alemanes, etc. sólo se ponían cuando venían a España o a algún país con playa… pero estaba equivocada. ¡Aquí también van con sandalias y calcetines blancos! ¡No es que las lleven sólo cuando están de vacaciones , es que las llevan siempre en verano, estén de vacaciones o estén en su ciudad! Cuando paseas en verano por Viena, te sientes rodeada de turistas, a pesar de que estos sean los ciudadanos autóctonos. ¡A veces me pregunto donde queda la disciplina, la tenacidad, la seriedad y la diligencia austríacas, viéndolos de esta guisa!
Zumo con agua
Aquí lo mezclan casi todo con agua (puaj!). El zumo, el vino… siempre te lo sirven con agua o natural o con gas. A los vieneses les gustan los sabores más bien sosos, así que si te pides un zumo en un bar, recuerda que tendrás que especificar que lo quieres «pur» («puro») si lo que quieres es un zumo normal y no aguado. Y con los vinos tinto y blanco igual. Siempre te preguntarán si lo quieres con agua con gas, a lo tinto de verano.
Y ahora no me acuerdo de ningun chocque cultural más, pero no os preocupeis que, cuando me vayan viniendo a la memória o me vayan pasando, los iré escribiendo!
Me han pasado la mayoría… que cosas!! Con lo cómodo que es tener tijeras de cocina!
Enhorabuena por el blog. 15 meses en Viena, y aún recurro a este blog para cualquier duda, todo lo que cuentas es clavadito. Gracias.