La calidad del agua de Viena es impresionante. En ningún otro lugar encontrarás un agua mejor que aquí. El agua del grifo es mejor que el agua embotellada de cualquier otro lugar. Y lo mejor es que van sobrados de agua. En las cafeterías, por ejemplo, te sirven un vaso de agua con el café. Es totalmente gratis y te lo dan siempre, pidas lo que pidas. Y en los restaurantes, si pides agua, te dan un vaso gigante de agua del grifo, también gratis, por supuesto. Y si quieres más, sólo tienes que pedirlo. No te lo cobran. Para mí, esto es el paraíso. Desde pequeña, siempre soñé con ser lo suficientemente rica cómo para ir a tomar un café cada día y pedir una botella de agua para acompañarlo, ya que siempre sienta bien un trago después del sabor amargo. Os podeis imaginar cómo me sentí cuando llegué a Viena. Es perfecto! Ya no necesito ser rica!
En 1873, el emperador Franz Joseph I inauguró una tubería de 120 km de largo que comunicó la ciudad de Viena con Los Alpes, trayendo así el agua de las montañas a la ciudad. Fue todo un símbolo de la liberación de la ciudad a la escasez de agua y a las epidemias. A partir de ese momento la ciudad empezó a crecer, suministrando agua de la misma calidad a todas las partes de ésta, tanto las antiguas cómo las que estaban empezando a surgir. A causa de ese crecimiento, dos tuberías más fueron construidas, dándo así la posibilidad a la ciudad de crecer aún más.
Los edificios vieneses dejaron de tener pozos domésticos, substituyéndolos por grifos de agua comunal. Así, en 1888, el 90% de los inmuebles ya tenían acceso al agua de manantial, contando con agua en cada vivenda y con un grifo con base metálica en todos los rellanos, cosa que aún mantienen hoy en día.
Y por toda la ciudad te encuentras con enormes fuentes metálicas de agua fría cómo esta de la foto, por ejemplo:
Por eso el agua de los grifos de Viena es tan deliciosa: viene directamente de las aguas manantiales de las montañas de Los Alpes.