Llevar gafas en Viena es vivir la experiencia de quedar completamente ciego durante el primer minuto que entras en un bar/ cine/ restaurante/ discoteca… El aire frío congelado de la calle hace un choque ambiental con el aire extremadamente caliente de los locales, en los que tienen la calefacción a tope. Es como en España en verano, pero al revés: en la calle te derrites pero en los centros comerciales/ trenes/ cines… te pillas un costipado de tres pares de narcies. Bueno, pues este choque frío/calor (como veis, soy de letras) empaña los vidrios de todos los que llevamos gafas, creando el efecto llamado «estoyescurriendolosmacarrones».